Pigmalión, ¿sigue vivo? Inteligencia emocional y la percepción del profesorado de alumnos de E.S.O.

Fuente: Boletín de Psicología, No. 102, Julio 2011, 7-2.
 
El estudio sobre el que se centra el presente artículo se propuso explorar las percepciones de los docentes respecto a sus alumnos en las dimensiones psicológicas positivas (inteligencia emocional, autoestima) así como negativas (agresividad) y examinar si el nivel de inteligencia emocional de los alumnos influye en las percepciones que los profesores tienen de sus discentes.
 
Se hace referencia al efecto Pigmalión: los profesores formulan expectativas respecto al comportamiento en clase de diferentes alumnos, los tratan de manera distinta de acuerdo a estas expectativas, y los alumnos responden en función de ellas, hecho que se refleja en los resultados escolares.
 
En el estudio participaron 97 alumnos (50,5% varones) de 12 a 19 años, de un centro educativo privado concertado de España y 5 profesores.
 
Conclusiones
Del análisis de los resultados se desprende que existe una relación entre la valoración del profesorado sobre las relaciones en general positivas que tiene el alumnado dentro del aula y los autoinformes de los alumnos acerca de la percepción de sus sentimientos, la claridad de los mismos y una alta autoestima.
 
Asimismo, se observó una relación entre la percepción que tienen los docentes de los alumnos que son agresivos, con los alumnos que han puntuado más alto en agresión física por un lado, y los discentes considerados más hábiles socialmente han puntuado alto en claridad emocional, por el otro.
 
En cuanto al carácter predictivo de las variables psicológicas de los alumnos, se afirma que las dimensiones positivas reflejaron un mayor efecto predictivo del informe del profesor.
 
Se destacan como un hallazgo particularmente significativo las diferencias que se encontraron en la percepción de chicos y chicas. Se subraya que la inteligencia emocional desempeña un papel contundente en la formación de expectativas y en la valoración que hace el profesor de sus alumnos.
 
Se expone que en el siglo XXI la función docente cambia del instructor tradicional hacia un profesor que brinda apoyo emocional y orienta el aprendizaje. Por lo tanto, se sugiere que la educación emocional tanto del alumnado como de los docentes, debería ser un proceso continuo y permanente.